Durante largas décadas la plaza Rivadavia no sólo fue el único paseo público de Bahía Blanca, sino también el eje de su desarrollo urbano y punto de encuentro para la comunidad.
Sin embargo, no nació como un espacio verde destinado al regocijo de la gente, sino como corral de la caballada y de las pocas vacas que trajo el coronel Ramón Estomba al fundar la ciudad, el 11 de abril de 1828.
Luego, afirman algunos historiadores, fue campamento de los prisioneros brasileños capturados durante la Gesta de Carmen de Patagones y también el lugar donde ardieron el 19 de mayo de 1859 los cuerpos de los indígenas muertos en el último malón, hasta que la población pidió para ellos un entierro digno.
Pero todo cambiaría rápidamente. Un siglo atrás, cuando apenas era un terreno árido y sin árboles, el intendente Rufino Rojas la hizo alambrar para evitar el ingreso de animales y dispuso un plan de mejoramiento, contratando al francés August Flamant, renombrado paisajista de Buenos Aires.
Con el asesoramiento de Carlos Thays, autor entre otros paseos del Jardín Botánico y del Rosedal de Palermo, Flamant hizo sacar los alambrados y le imprimió un corte netamente francés, con simetría bilateral, acorde a las ansias de progreso de una ciudad que no paraba de crecer.
A lo largo de la historia tuvo diferentes nombres: Plaza de la Población, Plaza Argentina, Gran Plaza Coronel Ramón Estomba y Plaza Municipal, hasta aparecer en 1880 en el plano del agrimensor Pedro Pico como Plaza Rivadavia.
Las progresivas mejoras hicieron del lugar un verdadero vergel en medio del desierto circundante y a comienzos del siglo pasado la población ya había convertido a este espacio público en su lugar de encuentro predilecto.
"La tarde del domingo la plaza se veía espléndida, encerrando en su intenso color verde la policromía de una multitud numerosa en la que el sombrero claro de la dama matizaba la indumentaria dominguera del pueblo feliz, porque respiraba oxígeno a pulmón abierto", señaló una crónica periodística a comienzos del siglo pasado.
Sus monumentos
Varios fueron los permisos otorgados por la Municipalidad para que la plaza Rivadavia albergara diferentes monumentos, algunos de los cuales hoy forman parte de la geografía típica de la ciudad.
El más destacado, y acaso el que más polémicas desató, es el que rinde tributo a Bernardino Rivadavia, inaugurado en 1946, diecisiete años después de haber realizado la comuna el concurso nacional de proyectos que determinó la elección de la maqueta ganadora, perteneciente a Luis Rovatti.
Cuestiones políticas y económicas fueron postergando una y otra vez la finalización de la iniciativa, hasta que la decisión municipal de trasladar el monumento a San Martín desde el Parque de Mayo al centro de la plaza generó una gran reacción de la comunidad, lo que posibilitó finalmente completarla e inaugurarla en 1946.
La obra posee un pedestal revestido en mármol travertino donde se destacan tres figuras de bronce: la del primer presidente de los argentino sobre la cara sur, la de una mujer con un niño ("La Beneficencia") que refleja parte de la obra de Rivadavia y, en la parte superior, una mujer con su mano extendida ("La Ofrenda").
Sobre los otros laterales, aparecen, talladas en piedra travertina, dos cariátides y dos atlantes, figuras humanas que hacen las veces de columnas, además de algunas placas con grabados en bajorrelieve que recogen diferentes opiniones de prestigiosos argentinos sobre la figura de Rivadavia.
Una creencia popular sostiene que la ubicación de Rivadavia, dando la espalda a la Catedral, obedece a las medidas que dispuso para quitar protagonismo a la Iglesia Católica.
También tendría sus razones la ubicación de otros dos monumentos: la "fuente de los ingleses", de cara a la avenida Colón (hacia la zona de los puertos de capitales británicos) y el "de los israelitas", a metros de calle San Martín, por entonces lugar de asentamiento de los principales comercios de la colectividad judía.
El primero fue construido en 1928 por los ingleses en adhesión al centenario de la ciudad y como muestra de las fuertes inversiones británicas en la zona, tanto en ferrocarriles como en puertos. Se trata de una fuente con un obelisco de 5 metros de altura, conformando un conjunto revestido en mármol de Carrara. Sobre las caras del obelisco aparecen placas de mármol y figuras bajorrelieve inspiradas sus ilustraciones en la amistad, el comercio y la navegación, que por entonces unían a la Argentina con Gran Bretaña.
El "monumento de los israelitas" también se remonta a 1928, año en que se solicitó permiso para emplazar una obra en la Plaza, como regalo a la ciudad que celebraba su primer centenario. Diseñado por el escultor Israel Hoffman y el arquitecto Michel Yatvinsky, consiste en un monumento de cuatro caras, revestido en mármol, que rinde tributo al barón Mauricio de Hirsch, uno de los hombres que más ayudaron al pueblo judío, permitiendo que llegaran miles de inmigrantes desde una castigada Europa hasta nuestro país.
Otro de los monumentos principales, aunque de menor magnitud, es el que honra la memoria del teniente coronel Luis Caronti, segundo intendente de la ciudad, quien falleció en 1917 legando la totalidad de su fortuna a la biblioteca Rivadavia y al hospital municipal. Fue inaugurado el 29 de septiembre de 1928 frente al palacio comunal, según una realización del escultor italiano José Vasco Vian, quien presentó al destacado vecino con un libro bajo el brazo y la toga de un tribuno romano.
También merece ser mencionado el monumento a la madre, emplazado en 1969 próximo al sector de juegos infantiles. La idea de erigirlo nació en la Asociación Amigos de la Calle Donado y fue ejecutada por María del Carmen García con la colaboración del escultor Hugo Pisani.
Por último, la nómina no puede obviar al ejemplar de tipa tucumana traído desde el Jardín de la República por la delegación que participó del campeonato argentino de básquetbol en febrero de 1939. El árbol soportó las inclemencias del clima bahiense y se convirtió en monumento vivo del básquetbol, con un sector donde se colocan placas alusivas a ese deporte.
La Plaza, hoy
Tras algunos proyectos que no prosperaron, como su partición en dos para unir la avenida Colón con la calle Yrigoyen, la plaza Rivadavia evidencia un proceso de recuperación, aunque no de la magnitud que se pensó instrumentar algunos años atrás mediante un concurso nacional de ideas.
Los trabajos de puesta en valor encarados por el municipio vienen siendo ejecutados respetando la fisonomía original mediante la construcción de cordones de hormigón armado, que delimitan y contienen los canteros, según el trazado que se conserva en los archivos de la plaza.
La idea contempla rescatar el planteo y la estructura original de este paseo que es patrimonio de todos los bahienses.