A
muy pocos kilómetros de las ciudades de Cinco Saltos (Río Negro) y Centenario (Neuquén), un enorme dique de 420 metros de largo es la llave de la riqueza frutihortícola que llevó al Alto Valle a lograr fama mundial.
La piedra fundamental del embalse fue colocada el 17 de marzo de 1910 con la presencia del Dr. José Figueroa Alcorta, por entonces presidente de la Nación.
Para conocer más detalles de esta obra tan estratégica, Familia Cooperativa dialogó con Horacio Diego Zúñiga, técnico superior en desarrollo turístico, quien tiene a su cargo el Museo de Riego de la municipalidad rionegrina de Contralmirante Cordero, en cuya jurisdicción se encuentra el embalse.
-¿Qué motivos impulsaron la concreción de semejante proyecto?
-La obra surge por la necesidad de controlar las inundaciones que se producían en los sembradíos y poblados de la zona, que comenzaron a asentarse después de la Conquista del Desierto y la llegada del ferrocarril. De allí la decisión del Gobierno Nacional de realizar estudios en las cuencas de los ríos Limay, Neuquén, Colorado y Negro, para lo cual se contrató en 1898 al destacado ingeniero italiano César Cipolletti, quien desde hacía una década estaba prestando sus servicios a la provincia de Mendoza.
La construcción de un dique en el río Neuquén, 30 kilómetros aguas arriba de su confluencia con el Limay que da nacimiento al río Negro, es decir a la altura de la actual localidad de Barda del Medio, cumpliría dos funciones sumamente importantes: atenuar las crecientes del río Neuquén y permitir el riego en épocas de sequía a través de una bocatoma que da origen al Canal Principal de Riego, con un recorrido de 130 kilómetros que llega hasta Chichinales.
-¿Cómo se costeó semejante inversión?
-Los estudios se terminaron en 1899 y recién ocho años después se decide encarar la construcción del dique contratando para tal cometido al ingeniero Cipolletti, quien había retornado a su país natal, pero éste muere en alta mar en su viaje a la Argentina. Es reemplazado entonces por Decio Severini, otro ingeniero italiano que estaba compenetrado con los proyecto de su colega.
Se trataba de una obra colosal, la más grande de Sudamérica. Al principio se presupuestaron 4 millones de pesos oro, inversión sumamente importante para la época, lo que generó rechazos en la Capital Federal. Los archivos del diario La Nación dan testimonio de la oposición a que se realizara una obra de tal magnitud en una zona inhóspita, en un desierto medanoso.
En realidad, el costo total fue de más de 17 millones de pesos, ya que tuvieron que ampliarse las partidas a tono con las modificaciones introducidas en el proyecto. Las 12 compuertas previstas se ampliaron a 17 de 4 metros de alto por 20 metros de largo y un peso de 33 toneladas.
Una parte de la inversión fue soportada por el Gobierno Nacional y el resto por Ferrocarriles del Sud, la empresa inglesa que podría recuperar sus aportes a través del beneficio proveniente del incremento de las cargas cuando el Alto Valle comenzara a producir.
-¿Qué relevancia económica tuvo para la región?
-Convirtió un árido desierto en un verdadero oasis. Lo maravilloso del Sistema Integral del Riego del Alto Valle del Río Negro y Neuquén, como lo llamó el ingeniero Severini, es que a cada chacarero se le dio la cota donde debía construir sus acequias, para que pudiera regar por gravitación. A partir del riego fue posible la vida aguas abajo del dique y nació así el Milagro Valletano.
-¿Siempre ha funcionado adecuadamente?.
-El año pasado padecimos una sequía muy importante, pero en el Alto Valle el agua no faltó en ningún momento: el dique pudo cumplir sin ningún problema esta función. Las perspectivas de este dique -cuyo nombre recuerda al ingeniero Rodolfo E. Ballester, quien dirigió con tenacidad la construcción de tan ardua obra- siguen siendo muy buenas y estamos convencidos que continuará generando riquezas por otros cien años.