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ANTONIO CARRIZO, SINÓNIMO
DE GENERAL VILLEGAS

Gloria de la radiodifusión nacional y pionero de la televisión argentina, don Antonio Carrizo sigue ligado afectivamente a su Villegas natal, la ciudad que lo vio crecer y lo forjó como persona.

Hablar de General Villegas es hablar de don Antonio Carrizo, el legendario periodista, locutor, animador y escritor nacido en esa pujante ciudad del noroeste bonaerense donde la Cooperativa Obrera acaba de llegar con sus servicios.
Allí vivió y moldeó su personalidad hasta 1946, cuando con sólo 20 años comenzaría a protagonizar en la Capital Federal una brillante carrera.
En diálogo con "Familia Cooperativa", Carrizo (Antonio Carrozi en realidad) tuvo palabras de sentido afecto hacia nuestra entidad y evocó su infancia en la ciudad fundada el 21 de marzo de 1888.
"Les mando un saludo muy cariñoso a todos los que ponen sus intereses en inversiones para mi pueblo. Todo lo que sea comercio progresista es bueno para nuestras ciudades y es como una invitación, o para recordarle a la gente del pueblo, que Villegas tiene un comercio como lo tuvo antes: amplio, progresista".
-¿Qué recuerdos tiene de su infancia?
-La infancia de un chico de Villegas se parece mucho a la de miles y miles de chicos de una pequeña ciudad que por entonces no sobrepasaría los 9 mil habitantes, una ciudad ciertamente progresista del agro argentino.
En realidad era una infancia sin demasiadas expectativas para los chicos, a excepción de algunas familias, por lo general dedicadas al campo, que podían mandar a sus niños a estudiar a La Plata o Buenos Aires y a las mujeres a Lincoln para seguir la carrera de magisterio, pero las perspectivas para un niño de clase media-media, como yo, que era hijo de un farmacéutico que no había progresado mucho desde el punto de vista económico, resultaban muy acotadas. 
-¿Cómo fue su niñez?
-Iba a la escuela Nº 1, frente a la plaza, a la biblioteca Sarmiento que todavía existe y a jugar al fútbol a Eclipse, mi club. Los otros eran Atlético y Sportivo, dos instituciones muy importantes.
Los chicos que se crían así son por lo general muy vivos, no le tienen miedo a las canchas de pelota a paleta, aprenden a jugar fácilmente a los juegos de la baraja. Nuestra vida era la lectura, el fútbol y las revistas de historietas que llegaban de vez en cuando. Pero tuve la suerte de trabajar en la biblioteca y por eso logré un acceso fácil a los libros y a mi vocación.
-¿Quién se encargó de llevarlo por el camino de la lectura?
-Siempre en mi casa hubo la idea de que leer era mejor que no leer. Cuando me vinieron a buscar para trabajar como cadete en la biblioteca lo hicieron porque tenía cierta fama de que me gustaban los libros. Pero además era bandido. En mi barra era el único que le gustaban los libros, pero también jugábamos al fútbol y de vez en cuando, a la hora de la siesta, nos robábamos alguna sandía.
-¿Recuerda alguna anécdota de aquellos años?
-Mi mamá era muy joven cuando yo nací y como teníamos la cultura de la farmacia, en cierto modo ella vivía muy cercana a la idea de la salud. Recuerdo que tenía seis o siete años y mamá se pasaba el día tomando la fiebre. Un día vine con casí 40 grados porque tenía un tifus galopante.
Recuerdo que me metieron en la cama en febrero, para los carnavales, y cuando me desperté los pastos estaban amarillos, sería junio o julio. 
Además, cómo olvidar los grandes partidos de fútbol de Eclipse contra Atlético o con Sportivo. Ibamos a la cancha a alentar a nuestros equipos. Muchos jugadores que pertenecían a familias amigas, eran nuestros ídolos.
-¿Qué sensaciones lo invaden cada vez que vuelve al pueblo?
-Ninguna en especial y eso es lo mejor que me pasa. Llego a Villegas y camino como si me hubiese ido el día anterior porque nunca me fui. Ví su crecimiento, es una ciudad que ha progresado mucho.