OCTUBRE  2002   ECOLOGIA    


Hielo Polar

A través de las imá- genes difundidas a propósito de la magnífica tarea de salvamento que realizara el buque ARA Almirante Irízar, se tuvo la oportunidad de apreciar el inmenso campo de hielo que dominaba el paisaje. Los datos glaciológicos aportados por los expertos hablan de millones de kilómetros cuadrados con espesores de varios metros. Esta realidad parece contradecirse con las noticias sobre un aumento de la temperatura antártica y la consiguiente ablación de hielo. Y así ocurrió, efectivamente, cuando una masa que flotaba sobre el mar de Weddel formando parte de la Barrera de los Hielos Larsen, de 1.300 km2 de superficie y 200 metros de espesor, ablacionó, dejando accesible parte del lecho marino del lado este de la península antártica.
La explicación pasa en parte por el hecho de que ambos hielos no tienen el mismo origen. Mientras que el primero proviene de la congelación del agua de mar, el segundo se origina en las precipitaciones níveas que en función de su volumen alcanzan áreas oceánicas. Son éstos los formadores de témpanos que derivando por vientos y corrientes oceánicas alcanzan bajas latitudes.
Por otro lado, los escenarios geográficos están alejados significativamente entre sí y las variaciones de temperatura no suelen seguir un patrón de crecimiento regular, presentando cambios aparentemente erráticos. Lo que interesa es la tendencia en el largo plazo. De allí la necesidad de una constante y regular actividad científica.

 
LA HAZAÑA DE
NUESTRO ROMPEHIELOS

Durante 55 días el Rompehielos Almirante Irizar con 178 tripulantes, protagonizó la misión "Cruz del Sur" (inédita para su rol antártico) asistiendo al buque alemán Magdalena Oldendordff, bloqueado por los hielos en latitudes polares muy distantes del Sector Antártico Argentino.

Superadas dificultades circunstanciales, logró ponerse a la par del barco germano, traspasar combustibles y víveres, destrabarlo de los hielos e iniciar un retorno "convoyado" interrumpido cuando las condiciones glacio-meteorológicas acotaron el viaje.
Tras detectar un "puerto de hielo" adecuado para el resguardo de la nave hasta la próxima época estival, el Almirante Irizar regresó a Buenos Aires, donde fue recibido con emocionadas manifestaciones por el trabajo realizado.
Vale aquí apuntar algunas impresiones de Raúl Eduardo Benmuyal, Comandante del Area Naval Antártica, a cuyo cargo estuvo la operación: "La tarea –apuntó el jefe naval– reafirma el concepto de soberanía, la que se demuestra con hechos, y los hechos en la Antártida son la ciencia, el apoyo al accionar científico y los servicios. Esta fue una actitud de servicio que realza los valores argentinos allí, puesto que ya en 1903 se plasmó un rescate y hoy podemos revalidarlo de cierta manera".
El citado marino señaló algunas situaciones riesgosas de la misión como el violento temporal al Este de las islas Sandwich, otra "cuando nos quedamos aprisionados por los hielos con el Magdalena y empezamos a derivar hacia el Oeste durante 100 millas en menos de una semana, y para evitar al volver que la corriente del Weddell nos atrapara" concluyó.

El emblema anaranjado

Un punto naranja en visión aérea desde los patrullajes glaciológicos desde helicópteros, interrumpe la blancura y provoca sensaciones conmocionantes al comparar la pequeña dimensión espacial de la nave ante la imponencia infinita del paisaje polar.
Las coordenadas grafican perfectamente el lejano lugar donde el Almirante Irizar hubo de cumplir su misión: meridiano Oº de longitud occidental y paralelo 70º de latitud sur.
Sus tripulantes debieron subordinarse a los fenómenos naturales que alteraron su navegación normal y adaptar su condición humana a los esfuerzos necesarios para "pegarse" al Magdalena Oldendorff, abastecerlo y destrabarlo.
Argentina está próxima a cumplir cien años en la Antártida (22 de febrero del 2004). Seguramente en su libro histórico merecerá una página dorada esta hazaña del Almirante Irizar, cuya ilustración lo mostrará como el emblema naranja en la inmensidad blanca del continente austral.
                                                              Roberto Oña