ABRIL  2003   PORTADA    


Cnel. Ramón B. Estomba

El regreso de
Estomba 151
años después

El coronel Ramón Bernabé Estomba había nacido el 13 de junio de 1790 (o 1792, según algunos autores) en la entonces Gobernación Militar de Montevideo. A los 20 años se incorporó al ejército patriota que comandaba Antonio Balcarce y combatió en Cota-gaita, Suipacha y Huaqui. Con Manuel Belgrano peleó en Las Piedras, Tucumán, Salta, Vilcapugio y Ayohuma. En esta última batalla resultó herido y fue tomado prisionero. Siete años estuvo encerrado en las casamatas del Callao, hasta que en 1820 fue canjeada su libertad.
Luego se unió a San Martín y mostró su hombría en cada batalla, pero nuevamente fue capturado por el enemigo, aunque logró escapar de la Isla de los Prisioneros, en el lago Titicaca, para correr a pelear en Junín.
En 1825 Bolívar lo nombró prefecto del Departamento de Ayacucho, aunque desinteligencias posteriores hicieron que regresara al país, donde le fue encomendada la tarea de fundar un fuerte en el sur bonaerense.
Ocho meses vivió en la precaria Fortaleza Protectora Argentina, con poco y nada para comer, hasta que en diciembre de 1828 Estomba abandonó el fuerte para sumarse al rebelde Juan Lavalle en su lucha contra Manuel Dorrego. Sin embargo, su suerte ya estaba echada: una enfermedad –acaso producto de su azarosa vida– comenzaba a minar su organismo y su cerebro.
Tras una despiadada persecución de federales e indígenas, y luego de sufrir trastornos y desvaríos, Estomba fue internado en el hospital de hombres de la ciudad de Buenos Aires, donde falleció el 1 de junio de 1829, a los 38 años. Sin familiares directos, su cuerpo fue recogido por la policía e inhumado el 2 de junio de aquel año en el cementerio del Norte, más tarde conocido como La Recoleta.
En 1978, y aunque suene increíble, Bahía Blanca iba a cumplir 150 años de vida sin conocer dónde se encontraban los restos de su fundador, hasta que don Enrique Cabré Moré, luego de una apasionante y larga investigación histórica, pudo encontrar el sitio en el que habían sido inhumados.
En mayo de 1979, con la certeza de que los resto se hallaban resumidos en el terreno por la acción del tiempo, Cabré Moré procedió a tomar una porción de tierra y la depositó en una urna. Al año siguiente el cofre fue enviado a Bahía Blanca sobre una cureña escoltada por efectivos del Regimiento de Granaderos a Caballo. De esta forma, 151 años después, Estomba regresaba a nuestra ciudad.
Luego de haber permanecido dos días en la capilla del V Cuerpo de Ejército, el 25 de mayo de 1980 la urna con los restos resumidos fue trasladada por la avenida Alem hasta el atrio de la Catedral. El cortejo transitó custodiado por soldados ataviados con los viejos uniformes del Regimiento 7 de Caballería, el mismo con el que en abril de 1828 Estomba llegó desde Tandil. Desde entonces el coronel tiene un lugar donde se lo recuerde, al menos cada 11 de abril.

 


LA GENESIS DE LA
EPOPEYA CIVILIZADORA

El próximo viernes 11 de Abril no será un aniversario más en la vida institucional de Bahía Blanca. Ese día se habrán cumplido 175 años de la fundación de la Fortaleza Protectora Argentina, vigoroso retoño plantado por el coronel Estomba en pleno desierto y hoy convertido en pujante ciudad.

El 11 de abril de 1828 fue el final del "desierto", al mismo tiempo que significó un hito de la penetración criolla en territorio indígena y un paso fundamental para la consolidación territorial del Estado-Nación, aunque aún hoy cuesta imaginar cómo en sólo 175 años esa minúscula aldea azotada por los vientos terminaría convirtiéndose en una gran ciudad.
Al decir de Roberto J. Payró, "nadie tuvo ni podía tener la visión profética de lo que podía llegar a ser". La Fortaleza Protectora Argentina fue erigida aquí por las condiciones que el lugar reunía para la guerra contra el indio, por su potencial económico y como avanzada nacional frente a las pretensiones brasileñas y chilenas sobre nuestra Patagonia. Durante el gobierno de Martín Rodríguez (1822) se envía a la Cámara de Representantes de la provincia un proyecto colonizador para establecer pueblos en la nueva frontera. Mientras se preparaba la empresa terrestre parte una expedición de reconocimiento marítimo a cargo del capitán de artillería José Valentín García y los capitanes Jaime Montoro, Martiniano Chilabert y el ingeniero Fortunato Lemoine. Estos realizan un relevamiento de la costa, destacando las condiciones naturales del estuario y las posibilidades del lugar para la fundación de un pueblo.
Bernardino Rivadavia, al ser designado presidente de la Nación en 1824, continúa la obra que había iniciado como ministro de Martín Rodríguez y contrata al comerciante Vicente Casares para fundar un puerto, un fuerte y un pueblo en la llamada "bahía blanca", aunque la falta de cumplimiento gubernamental de los compromisos asumidos hizo que el inversor privado abandonase la empresa.
Entre 1824 y 1825 se concretan dos misiones hidrográficas para reconocer la ría y los puertos de la Patagonia, pero los avances de la frontera son suspendidos a raíz de la guerra con el Imperio del Brasil.
En 1827, durante la gobernación de Manuel Dorrego y siendo Juan Manuel de Rosas el comandante general de campaña, la Sala de Representantes autoriza "la erogación necesaria para establecer la nueva línea de frontera, facilitar el tránsito de la bahía Blanca y habilitar su puerto".
En enero del año siguiente, el gobierno nombra al coronel Estomba como jefe de la expedición, quien el 7 de marzo recibe unas detalladas Instrucciones firmadas por el ministro de Guerra Juan Ramón Balcarce.
Con la división a su mando, compuesta por el regimiento 70 de caballería, dos piezas de artillería de campaña, una compañía de cazadores y un convoy de carretas aportado por el comerciante Polidoro Coulín para transportar los útiles y materiales necesarios, Estomba inicia la marcha hacia el destino trazado desde el Fuerte Independencia -hoy ciudad de Tandil-, a las 12 horas del 22 de marzo.
Diez días antes había partido el ingeniero francés Narciso Parchappe, acompañado por una escolta de 30 hombres y los indios amigos del cacique Venancio. Su misión era reconocer el lugar y elegir el sitio más propicio para erigir la fortificación. Después de una larga y penosa travesía, a las cuatro de la tarde del 9 de abril Estomba y su gente acampan en la margen occidental del arroyo Napostá, a una legua del puerto al que denominan De la Esperanza.
Ese mismo día, el coronel y algunos integrantes de su modesta expedición, se reúnen en una improvisada tienda de campaña y redactan el acta fundacional.
"La ubicación es la mejor que puede presentar la campaña en esta parte de la costa, por la inmediación de su buen puerto y la reunión de su río de excelente agua y la mejor tierra vegetal, pastos abundantes, combustible para muchos siglos, por cuya reunión de circunstancias está llamado a ser algún día uno de los establecimientos de más interés para la provincia de Buenos Aires", escribe Estomba.
Acto seguido, Parchappe ubica sus herramientas de marcación en la que luego sería la calle Vieytes y marca 90 grados con Moreno. Luego llega por Estomba-Chiclana hasta O'Higgins y cerró por Brown, delimitando así la hoy llamada "manzana fundacional". Dos días más tarde, el 11 de abril de 1828, y siguiendo los diseños hechos por el ingeniero francés, se abren los cimientos de la 'Fortaleza Protectora Argentina".

¿Por que Bahía Blanca?

Fernando de Magallanes fue el primero que descubrió y exploró nuestra bahía el 13 de febrero de 1520, oportunidad en la que dio nota de los "Bajos de arenas blancas". Es esa particular mención del estuario la que luego originó que en las primeras cartas marinas se la denominara con el nombre de "Bahía de los Bajos", mientras que en 1525 el piloto Uriarte, de la expedición de García de Loayza (sólo pasó por la boca de la ría), la llamó "Bahía de los Bajos Anegados".
Durante el siglo XVI las expediciones navegan lejos del lugar y en el siglo XVII se hacen algunas menciones nombrándolo como "Costa de Bajas", "Río de los Sauces", "Bahía de los Buenos Cables" o como la denominó Tomás Falkner, en 1750, "País del Diablo" o "Huecuvú Mapu".
El estuario era apenas conocido por los loberos y balleneros y según D’Orbigny, que lo vio en 1829, figuraba únicamente en el mapa de Brué, aunque antes los datos levantados por los cartógrafos Felipe Bauzá y José Espinosa, de la expedición de Alejandro Malaspina, ubicaron exactamente la bahía en la costa bonaerense.
Un posterior reconocimiento de la ría fue realizado por el piloto José de la Peña, en 1804, señalando bancos y canales, mientras que tareas similares, pero contratadas por el gobierno de Buenos Aires, se realizan en 1823, 1824 y 1825, según la documentación existente en el Archivo General de la Nación.
Por tierra también habían tenido lugar algunas expediciones, deteniéndose los españoles en la zona de Sierra de la Ventana, sitio de fortificación aborigen.
Una de ellas fue la de don Juan de la Piedra, quien de no haber encontrado la muerte en 1785, en pleno cordón montañoso, tal vez su caminata por el río Sauce Grande lo hubiera acercado a las "arenas blancas".
En 1822, Pedro Andrés Gracía realiza otra expedición a la Sierra de la Ventana y sus inmediaciones. Lo acompañaba el ingeniero José María de los Reyes, quien al año siguiente publicó una carta esférica donde aparece el nombre de Bahía Blanca, en alusión a las eflorescencias blancas del salitre que poblaba sus costas.
El mismo topónimo, que predominó pese a los reiterados intentos de bautizar a la zona con diversos nombres (Fortaleza Protectora Argentina y Nueva Buenos Aires, entre otros), también fue empleado en la carta de Doroteo Muñoz, en 1824.


Maqueta de la Fortaleza Protectora Argentina que se
encuentra ubicada en la sede del Comando V Cuerpo
de Ejército.