DICIEMBRE  2003   PORTADA    




Sin bajones

Es habitual que la evaluación personal, consciente o inconsciente, que implican las fiestas de fin de año genere en algunas personas un extraño sentimiento de tristeza que, a diferencia de la depresión, desaparece una vez que se retoman las actividades cotidianas. Si pasa las fiestas fuera de casa, mantenga el espíritu navideño de paz, amor y armonía. Tenga en cuenta que sus "minivacaciones" pueden ser más estresantes que la rutina diaria y si está triste porque ha perdido a alguien querido, piense en los momentos bellos que pasó con esa persona.
Si se encuentra solo y lejos de la familia, no se hunda, vaya a celebrar a un restaurante o algún otro sitio concurrido, porque seguramente allí encontrará a alguien con quién brindar.
Por último, trate de alejar fantasmas infundados y distinga todo proceso depresivo del ocasional "bajón anímico", buscando que cada brindis signifique un acto de crecimiento individual y enriquecedor de la fe en uno mismo.

 


NOCHEBUENA
EN FAMILIA

En lugar de limitarla a un suculento encuentro gastronómico con intercambios de regalos, la cena de Nochebuena debe constituir un momento de encuentro familiar y de reflexión sobre el significado religioso que esta trascendente festividad cristiana encierra.

Aunque ciertas actitudes y festejos imprimen a la Nochebuena y a la Navidad un matiz de celebración pagana, no debemos olvidar que ambas renuevan el recordatorio del nacimiento de Jesús de Nazareth.
Por eso, la noche de 24, en vísperas de la llegada al mundo del Mesías, resulta un momento oportuno para que, reunidos en torno a la mesa familiar, meditemos acerca del inmenso significado espiritual de esta celebración y reflexionemos sobre aspectos esenciales de nuestras vidas, revalorizando la imagen de quien enseñó la justicia, la igualdad y el amor como principios básicos por los cuales el ser humano debía orientar su conducta.
Luego de la Pascua de Resurrección, es esta la fiesta más trascendente del año eclesiástico y si bien el nacimiento de Jesús se conmemora el 25 de diciembre, los Evangelios no le asignan fecha alguna y no resulta seguro que el Hijo de Dios haya llegado al mundo ese día.
También resulta difícil precisar cuándo comenzó a celebrarse la Navidad tal cual hoy la conocemos. Lo cierto es que las costumbres, mitos y leyendas que se le fueron sumando a lo largo de los siglos provienen de muchos países diferentes.
La imagen familiar de Santa Claus, con el trineo, los renos y las bolsas de juguetes, es una invención estadounidense de los últimos tiempos, aunque la leyenda de Papá Noel sea antigua y compleja y haya estado inspirada en la vida del obispo de Mira, en la actual Turquía.
Conocido hoy como San Nicolás, este prelado fue muy popular por su bondad y generosidad con los pobres.

Arboles y regalos

En cuanto al árbol de Navidad, se dice que la tradición proviene de la costumbre del pueblo germano de vestir con piedras pintadas y manzanas los árboles que perdían las hojas en invierno.
Actualmente, el pino navideño está presente en casi todas las casas y es un motivo de alegría que merece disfrutarse, sobre todo si pensamos en los buenos momentos que se pasan al armarlo y en que el árbol constituye un símbolo de la vida que trae el Niño de Belén.
En términos generales, podrá decirse que la Navidad, tal como la conocemos en la actualidad, constituye una creación del siglo XIX, cuando la tradición de los árboles adornados se extendió al resto de Europa y América.
La entrega de regalos, en cambio, es una costumbre mucho más antigua, que se remonta a tiempos del Nuevo Testamento, donde el fin último de un obsequio era conmemorar un año más del nacimiento de Jesucristo.
Este es precisamente un motivo de ansiedad para muchas personas, sobre todo cuando se acerca la Nochebuena y aún no han ido de compras para agasajar a sus seres queridos. Si Usted se encuentra entre quienes dejan estos menesteres para último momento, no salga a la aventura y sin un plan previo. Primero haga una lista con todo lo que tenga que comprar, ya que de esta manera aho-rrará tiempo y dinero.

Excesos gastronómicos

Las comidas de Nochebuena, Navidad y Fin de Año son una lujuria para la vista y para el paladar, al mismo tiempo que resultan excelentes cómplices de los excesos alimentarios.
La Sociedad Americana de Nutrición recomienda moderación y muchas opciones frescas y saludables a la hora de confeccionar la mesa. Además, nunca está de más reiterar algunos puntos con respecto a la manipulación de los alimentos para prevenir trastornos alimentarios:
– No preparar las comidas con mucha anticipación.
– Mantener los alimentos siempre refrigerados, igualmente si tenemos que trasladarlos a otro domicilio.
– Lo que vuelva a la heladera después de la cena, debe estar perfectamente tapado y separado de los alimentos crudos.
– Tratar de comer y beber "escuchando" los límites del propio cuerpo y recordando que la comida únicamente es un medio para el fin que es la reunión con las personas queridas.
Los cuadros de indigestión nos producen jaquecas y dolores de cabeza muy fuertes, sensación de pesadez, malestar abdominal y, a veces, mal humor.
Los nutricionistas recomiendan en esos casos ingerir abundante agua o beber licuados de frutas para recuperar el agua del organismo y reponer vitaminas y minerales perdidos.
Se debe tener en cuenta que el calor de esta época favorece la pérdida de agua del organismo y que a esto se suma la deshidratación producida por las bebidas alcohólicas. Por eso es muy importante una buena hidratación.
El menú a ofrecer a nuestros comensales tendría que alejarnos de las tradiciones gastronómicas que provienen de Europa (con un clima absolutamente diferente para esta época del año), buscando conformar una opción saludable y más acorde a la altas temperaturas que caracterizan la Navidad en el Hemisferio Sur.
Pero además de los atracones expuestos, también existe otro tipo de excesos que se cometen con mayor frecuencia en esta época del año: los atracones de velocidad y de pirotecnia sin respetar las reglas de convivencia comunitaria, los cuales también pueden dar lugar a lamentos y penas, con secuelas perdurables durante mucho tiempo.