MAYO 2000 REVOLUCION DE MAYO

EL DESAFIO DE
LA HISTORIA


El 190 aniversario de la Revolución de Mayo constituye una buena oportunidad para reflexionar acerca del país que queremos, buscando recuperar aquellos antiguos principios de igualdad y autonomía que hoy siguen teniendo vigencia.

Sin el fervor popular que caracteriza a los habitantes de otras naciones americanas, sin manifestaciones de júbilo o expresiones espontáneas, los argentinos nos aprestamos a festejar un nuevo aniversario de aquel 25 de Mayo de 1810 .

Seguramente para algunos será una celebración escolar rutinaria y aburrida, mientras que para otros significará una excusa para fomentar el miniturismo o, simplemente, para disfrutar de una jornada no laborable.

Sin embargo, pese a la ausencia masiva de escarapelas y banderas, los 190 años que separan a los habitantes de este país de aquella gesta también imponen, al menos, un momento para la reflexión ciudadana en torno a la necesidad de recuperar el ideal de nación que forjaron los hombres de Mayo, sin chauvinismos estériles pero con la firmeza que supone el hecho de tener una historia común y un futuro pleno en desafíos.

Los hechos

La noche del 24 de mayo se presenta lluviosa. El coronel Cornelio Saavedra y el abogado Juan José Castelli, cubiertos por capotes militares, atraviesan lentamente la Plaza de la Victoria. Van a jugarse el destino de medio continente luego de 300 años de dominación española.

El primero quería la independencia, el segundo la revolución, pero ninguna de las dos palabras serían pronunciadas esa noche. Los burócratas del Cabildo saben que las armas están del lado de los criollos y comprenden que deben destituir a Cisneros. Juan José Paso y Manuel Belgrano están afuera, escuchando el alboroto de la gente en el cuartel de los Patricios.

Sigue lloviendo y el nerviosismo invade los pesados muros del Cabildo. Belgrano medita un instante y decide abrir las puertas de la sala capitular para que se escuchen los gritos que provienen de afuera. No hay más nada que decir: Cisneros se va o lo cuelgan. Minutos más tarde, Castelli y el coronel vuelven a cruzar la plaza rumbo a la fortaleza para persuadir al Virrey. El síndico procurador Julián Leiva hace un último intento español para incluir a Cisneros en una junta de gobierno, pero Castelli, que tiene 43 años y está enfermo de cáncer se opone. Los duros se juegan a todo o nada.

Al amanecer, para guardar las formas, el Cabildo acepta la renuncia de Cisneros, dando inicio a uno de los acontecimientos más trascendentes en la vida política e institucional de los argentinos.

La Revolución de Mayo no fue un hecho de multitudes sino la toma de conciencia por parte de un grupo reducido, de una "minoría creadora" como quizás la podría definir el gran historiador británico Arnold Toynbee, legitimada por y con el consenso de la mayoría. No se produjo en el Virreinato del Río de la Plata sino en la ciudad de Buenos Aires, que por ese entonces tenía 40 mil habitantes. Al Cabildo Abierto fueron invitados 450 vecinos, el 1% de la población, de los que concurrieron 244, es decir, poco más del medio por ciento. Y de éstos, sólo votaron por la cesación de Cisneros 155 personas. Sin embargo, la escasa participación popular no implica merma alguna en su enorme trascendencia.

Un proceso inacabado

Podría hablarse del hecho insólito y atrevido que supuso deponer a un representante del rey y reemplazarlo por un cuerpo colegiado, aunque también es cierto que lo mismo sucedió con Sobremonte luego de la primer invasión inglesa (1806). También podría aludirse a la presencia activa de los militares criollos en el proceso político o al incipiente federalismo que significó la necesidad de convocar a representantes de las ciudades del interior para que homologaran lo decidido.

Sin embargo, el gran mensaje del 25 de Mayo reside en la presencia de esa dirigencia, en la importancia de formar líderes y estadistas capaces de sacar a la sociedad adelante y en un grupo de patriotas que iluminó el camino de la emancipación, con el deseo de sentirse libres e independientes, protagonistas y artífices de su propio destino.

Hoy, luego de casi dos siglos, la Revolución de Mayo resulta un proceso inacabado y su historia vuelve a plantear varias asignaturas pendientes, acerca las cuales bien vale la pena hacer un breve alto en el vertiginoso ritmo cotidiano y reflexionar.









Cambios en
el Cabildo


Muchas son las diferencias que separan el Cabildo actual, tal como lo conocemos hoy en día, de aquel importante edificio que albergó la Revolución de Mayo.

Su construcción se inició en 1725 y para 1852 ya había perdido parte del balcón que en 1810 ocupaba todo el largo de la fachada, resumiéndose a los tres arcos centrales. Las puertas, originalmente de color madera, ese año adquirieron el color verde que aún conservan.

En 1860 la cúpula sufrió varias modificaciones: se pusieron azulejos y, en su parte superior, se instaló una bola de metal dorado con un pararrayos y una veleta. En 1879 fue convertido en sede de los Tribunales de Justicia. La fachada cambió su aspecto, perdió estilo colonial y se italianizó. Las tareas encaradas por el francés Pedro Benoit implicaron la elevación de la torre de uno a tres pisos y en 1881 le colocaron vidrios. Por entonces servía como faro a los buques fondeados frente a la ciudad. Ocho años más tarde la apertura de la avenida de Mayo motivó la demolición de tres arcos del ala norte. Como había perdido simetría se decidió eliminar la torre de Benoit

En 1926, al abrirse la Diagonal Sur Julio Argentino Roca el Cabildo perdió tres arcos del ala sur. Luego, en 1933, se lo declaró monumento histórico nacional y en 1940 el arquitecto Mario Buschiazo reconstruyó el edificio tratando de recuperar la fisonomía que tenía en 1810.