NOVIEMBRE  2003   PORTADA    


Abel Pintos y Brenda Benito

Dos hijos prodigos

Abel Pintos y Brenda Benito son, sin duda, los integrantes del Coro de Niños que más se destacaron, no sólo en el plano local sino también a nivel nacional.
El primero nació en 1984 en Ingeniero White y tras sus inicios en la agrupación, a los 13 años viajó a Buenos Aires, donde con su increíble voz cautivó a León Gieco, luego padrino artístico y productor de su primer disco "Para cantar he nacido".
En enero de 1998 fue largamente aplaudido y recibió una mención especial en el festival de Cosquín. Posteriormente vino su segunda placa "Todos los días un poco" (1999) y finalmente "Cosas del Corazón" (2001) su tercer álbum.
"Llegó al coro a los 9 años
–recuerda Fioriti– y además de sus tremendas cualidades, siempre me llamó la atención el imán que ejercía sobre el resto de los chicos. Mis hijos, por ejemplo, en todos los ensayos querían estar al lado suyo".
"Pese a sus cualidades, Abel era muy humilde. No sé si se daba cuenta de que tenía condiciones, pero si lo sabía no se lo hacía notar a nadie".
En el caso de Brenda Lorena Benito, una bahiense de 21 años que se ganó la simpatía de los gente cantando la canción del 80 aniversario de la Cooperativa Obrera y que luego trascendiera a nivel nacional a través de su participación en el programa televisivo "Escalera a la Fama", Fioriti no duda en calificarla como una cantante excepcional.
"Es como una hija. Ella apareció en el Coro de Niños cuando tenía 6 años y nunca pasó desapercibida... Al igual que su hermana Romina, siempre tuvo una gran virtud, ser una muy buena solista, con condiciones vocales extraordinarias, mostrando al mismo tiempo un gran sentido de participación para cantar en grupo".

 


EL CORO DE NIÑOS CUMPLE
SUS BODAS DE PLATA

Este 4 de noviembre se habrá cumplido un cuarto de siglo desde aquel inolvidable concierto inaugural de 1978, en el que el Coro de Niños de la Cooperativa Obrera comenzaba a desgranar una rica historia fundada en cientos de tiernas y entusiastas voces infantiles.

Luego de 25 años despertando y canalizando las inquietudes musicales de centenares de chicos, el Coro de Niños de la Cooperativa Obrera hoy ofrece un presente cargado de logros y expectativas cumplidas.
Para repasar este cuarto de siglo cargado de recuerdos, Familia Cooperativa dialogó con el maestro Carmelo Fioriti, quien junto a su esposa Adriana Miconi, dirige la agrupación desde aquel emblemático concierto del 4 de noviembre de 1978.

–¿Cómo surgió la idea de crear un coro de niños?
–En 1977 yo trabajaba con Néstor Angel Barbieri, quien era jefe de Prensa de la Asociación de Cooperativas Argentinas (ACA). Un día me mandó a llevarle un sobre con los flashes cooperativos al contador Rodolfo Zoppi (hoy gerente general de la Cooperativa Obrera), con quien nos pusimos a hablar del encuentro de coros realizado en el Teatro Municipal en adhesión al Día Internacional de la Cooperación.
Fue entonces que Zoppi, quien había hecho teatro y había cantado en la Agrupación Coral de Rojas, me dijo que en Bahía Blanca, a su entender, faltaban actividades artísticas para los chicos y que sería bueno armar un coro de niños.
Le contesté que, pese a haber dirigido el Coral Punta Alta, nunca había trabajado con chicos, pero de cualquier manera iba a ver quién podía ocuparse del tema. Cuando vuelvo a la oficina y se lo comento a Barbieri, me dijo que yo tenía que dirigir el coro, pero insistí en que nunca había trabajado con niños.

–¿Y luego qué pasó?
–A la semana siguiente me entero, por los flashes radiales, que la Cooperativa llamaba a inscripción para un coro de niños que iba a dirigir Carmelo Fioritti. Así fue como empezamos con la primera convocatoria, en abril de 1978.

–¿Eran chicos de 6 a 13 años, como ahora?
–Sí, y se anotaron unos 120, de los que por un proceso de decantación natural quedaron alrededor de 70. Recuerdo que en ese primer grupo había muchos hijos de personas muy vinculadas a la Cooperativa Obrera.
Desde entonces siempre ensayamos en las instalaciones ubicadas en el primer piso de calle Belgrano, todos los martes y jueves, de 17.30 a 19.

–¿Cómo fue el concierto inaugural?
–Resultó una experiencia inolvidable, tanto para mí como para las 38 niñas y los 16 varones que actuaron ese sábado 4 de noviembre de 1978. En la ciudad había mucha expectativa y esto hizo que el salón de actos de la Biblioteca Rivadavia estuviera colmado al momento del concierto. Además, si bien en la ciudad habían existido otros coros de niños, en ese momento el nuestro era el único y la gente estaba interesada en ver cómo funcionaba.
Abrió el concierto el Coral Punta Alta y luego nosotros actuamos unos 40 minutos. En esa oportunidad interpretamos algunos cánones y canciones a dos voces, como por ejemplo "La Rama del Nogal", "Hop Hop Hop" y "Gastón Chinchulín", esta última de Alberto Tramontana. El primer tema que hicimos fue la Canción de la Amistad, de Mario Baeza, y perduró para siempre en nuestro repertorio. También el Romance del Conde Olinos, una canción popular española.

–Me imagino que a partir de allí el coro se fue afianzando y ganando en popularidad...
–Sí, siempre hemos encontrado una muy buena respuesta en todos los públicos, tanto en los grandes escenarios locales y nacionales, como en los salones más sencillos a los que la agrupación ha concurrido llevando su mensaje de amistad hecho canción.
Esos primeros años fueron muy lindos, sobre todo porque teníamos más tiempo y podíamos lograr una mayor integración de los chicos. Por ejemplo, cada tanto íbamos al complejo del Banco Vallemar, en Punta Alta, y hacíamos picnics.

–¿Qué hitos recuerda en estos 25 años?
–Muchos. En 1981, por ejemplo, tuvimos la visita del Coro Nacional de Niños, que para nosotros fue muy importante porque ese coro tiene una disciplina muy rígida: ensayan cinco veces a la semana tres horas diarias. Es una institución donde los niños están becados y reciben un sueldo muchas veces mayor al de sus padres.
Ese coro dio dos conciertos memorables: uno en el Teatro Municipal y el otro en el Colegio la Inmaculada. Por entonces, conocer a Vilma Gorini, su directora, me abrió un panorama del canto coral muy grande. Por eso siempre digo que gran parte de mi formación como director de coros se la debo a la Cooperativa Obrera.

–Y luego vinieron varios viajes a Buenos Aires, donde actuaron en el Teatro San Martín...
–Sí, eso fue entre 1982 y 1983. En 1985 empezó una camada que hizo historia, fuimos a Neuquén y General Roca, cantamos en el auditorio de San Juan y también en Mendoza. 

–¿Cómo fue la experiencia vivida con los Niños Cantores de Viena?
–En septiembre de 1993 gracias a la Asociación Cultural, este coro estuvo en Bahía Blanca. Los recibimos cantando y se emocionaron mucho. Luego compartimos una mesa. Fue una experiencia hermosísima porque unos y otros se unieron gracias al idioma universal de la música. A la noche fuimos a escuchar el concierto y los chicos se saludaban como si se conociesen desde siempre.
Estas vivencias, junto a las actuaciones con la Orquesta Sinfónica dirigida por el maestro Jorge Fontenla, nos llenan de orgullo y constituyen los hitos de una historia de 25 años cuyos verdaderos héroes son los niños que integraron el coro, sus familias que siempre los alentaron y la Cooperativa Obrera, que lo siente como una expresión de sí misma.

–¿Qué resultados arroja el balance de este primer cuarto de siglo?
–Un balance más que positivo. Si la primera finalidad del coro es musical, hemos fomentado y despertado en los chicos el gusto por la música. Ellos descubrieron que la música cantada es una compañía. En cuanto al otro objetivo, es decir, la formación humana de los miembros del coro, logramos que aprendiesen a convivir porque ésta es la clave de todo coro de niños.
Los chicos aprenden a valorar lo que tienen de bueno y a aceptar las virtudes y limitaciones del otro. Es muy difícil que sin una buena relación humana, un trabajo coral logre resultados en lo musical. Acá siempre fomentamos el espíritu cooperativo, algo tan necesario en los tiempos que corren, y por eso está muy bien que la Cooperativa Obrera tenga un coro de niños.

El día en que se cayo el escenario

Entre las numerosas anécdotas vividas como director del Coro de Niños, Carmelo Fioriti no dejó de mencionar el "accidentado" concierto ofrecido en Mayor Buratovich, antes que la agrupación infantil hubiera cumplido su primer año de vida.
"Estábamos por cantar en la recién inaugurada Escuela de Enseñanza Media de esa localidad cuando se nos vino abajo el escenario", comenta.
"Habían hecho una tarima nueva, con madera de álamo, y cuando doy la nota para empezar a cantar la Canción de la Amistad, el escenario se partió al medio y los chicos se cayeron unos encima de otros".
"Pero lo gracioso fue que si bien seguimos el concierto parados delante de esa tarima destruida, los chicos no podían seguir cantando porque cuando miraban para atrás y veían el escenario tirado, tanto ellos como el público no podían contener la risa".


Los actuales integrantes del Coro de Niños, junto al director
Carmelo Fioriti y su asistente Adriana Miconi.