SETIEMBRE 1999
Eficiencia y empresa cooperativa

F
rente a la amenaza que supone la entrada al nuevo milenio en un contexto de globalización económica, concentración empresaria y competencia salvaje, calificados panelistas nacionales e internacionales convocados por A.I.R. analizaron las posibilidades de las empresas cooperativas para seguir brindando respuestas eficientes a las necesidades de la gente sin apartarse de sus valores y principios humanistas.

El primero de los paneles reunidos por la Asociación Intercooperativa Regional tuvo lugar en la tarde del jueves 15 de julio y lo integraron los señores Carlos Heller, gerente general del Banco Credicoop, Carlos F. Rosa, gerente general de la Asociación de Cooperativas Argentinas, y Antonio J. Monte, presidente de la importante cooperativa de consumo brasileña Coop. Con la coordinación del Dr. Dante Cracogna, los distinguidos visitantes -algunos de cuyos conceptos rescatamos en esta nota- abordaron el tema “Eficiencia y empresa cooperativa”.

LA ECONOMIA SOLIDARIA ES POSIBLE

Los cooperativistas asumimos el desafío de demostrar que democracia y eficiencia no son términos incompatibles. Necesitamos que la empresa cooperativa sea económicamente eficiente, porque de lo contrario no hay posibilidad de futuro, pero al mismo tiempo necesitamos del ejercicio de la democracia participativa dentro de esa empresa para ayudar a construir una sociedad mejor y diferente.

No somos simplemente empresarios de una determinada actividad, sino personas comprometidas con la sociedad en la que vivimos, con la gente. Para nosotros la economía no es una ciencia abstracta, tiene que ver con las personas a las que se le aplican sus resultados. Y como la medicina, que es buena cuando sirve para curar, no hay políticas económicas buenas cuando a la gente le va mal. Las políticas que se basan en los resultados macroeconómicos sin importarle cómo le va a la gente, a nosotros no nos gustan.

Pero nos toca actuar en este mundo, en esta situación y en este momento. Basta un solo dato para entenderlo mejor: hace treinta años las reservas de los bancos centrales de todos los países equivalían a las transacciones financieras de un año, mientras que hoy apenas representan las transacciones financieras de ocho horas. El mundo actual es una aldea global que no tiene intendente, ni policía, ni juez, ni impuesto de solidaridad, ni leyes. Es evidente que esa aldea terminará en ruinas si no se instalan progresivamente las instituciones.

Creemos que la competencia feroz va a seguir aumentando y que la concentración económica es un fenómeno que continuará agudizándose. Enfrentamos el reto de crecer y desarrollarnos en este contexto manteniendo la forma jurídica y los principios cooperativos, para demostrar al conjunto de la sociedad que la economía solidaria es posible aún en un terreno tan hostil.

NUESTROS PRINCIPIOS NOS DISTINGUEN

La globalización pretende señalar que han caído las barreras nacionales. Pero en el sector agrícola vemos cómo la existencia de los subsidios agrícolas del Primer Mundo indican otra realidad. Las que realmente han caído en el mundo son las barreras al ingreso y egreso de capitales.

La concentración de los capitales y de la actividad económica está determinando un aspecto de escala de operatividad que adquiere cada vez más importancia. Por ejemplo, en nuestro país doce empresas -de las cuales sólo tres son nacionales- concentran más del 85 % de la operatoria de cereales y oleaginosos.

Una cuestión esencial de la economía global es quién impone las reglas de juego, porque hasta ahora no hay reglas. Es como un partido de fútbol sin reglamento. En realidad, las reglas del juego económico las impone el Primer Mundo y quien no reconozca esta realidad se equivoca grandemente.

La convertibilidad terminó en la Argentina con una cultura inflacionaria de cincuenta años, pero el tipo de cambio con que se ingresó a ella ha exigido un esfuerzo mucho mayor a quienes están, producen y comercializan bienes exportables que a los ubicados en el área de los servicios y los bienes no transables internacionalmente. Si las cooperativas no son empresas eficientes no vamos a poder aplicar nuestros principios humanistas. Sin embargo, la eficiencia debe partir de la base de mantener nuestros principios, porque ellos son los que nos distinguen en el mercado.

Se habla de que el mercado hace que queden funcionando sólo las empresas que son más eficientes. Pero en muchos casos quienes están quedando son los que poseen mayor capacidad financiera, máxime en la Argentina, donde no hay leyes que impidan la competencia desleal. Por eso es que para competir razonablemente, en las cooperativas no se puede dejar de acumular capital.

VENDEMOS SEGURIDAD AL CONSUMIDOR

Cooperhodia (hoy Coop), fundada en 1954 por 292 funcionarios de la firma Rodhia, cuenta hoy con 664.000 asociados en una región de 2.800.000 habitantes, 11 supermercados (en pocos días serán 13), 32.000 m2. de área de ventas y 2.600 empleados. Por nuestra facturación (500 millones de reales al año) estamos undécimos en el mercado brasileño, pero primeros en el promedio venta por caja registradora y por metro cuadrado.

Pensamos globalmente pero actuamos localmente, con la comunidad, con nuestros asociados y con nuestro personal. La mayor inversión está en el área de recursos humanos porque es un factor clave, más importante que las inversiones en edificios e instalaciones, para facilitar nuestro crecimiento y velocidad empresarial.

Nos diferenciamos por la gran atomización del capital: todos los asociados son dueños pero ninguno es el dueño. Hasta ahora han pensado su capital en términos de uso y no de valor, por los servicios que les permite utilizar pero no por la renta que les podría posibilitar. Para estar entre los pocos actores económicos que van a quedar en el mercado debemos explorar la posibilidad de otorgar una adecuada remuneración al capital propio, a fin de que a nuestros asociados también pueda interesarles invertir en su cooperativa.

Hay que ser realista y optimista respecto al futuro, que depende de cada uno de nosotros, de nuestra capacidad para prever y anticiparnos a los cambios. La tercera guerra mundial ya comenzó: es la guerra de los mercados, donde no muere gente por balas sino empresas por inanición. En el marco de esa concentración empresaria y extranjerización que es tan notoria y amenaza profundizarse en Brasil y Argentina, las cooperativas de consumo deben convencer a la población que lo que venden no son productos sino seguridad a quien compra.



Carlos Heller (CREDICOOP)

































Carlos Rosa (ACA)

































Antonio Monte (COOP)