83 años de confianza
En esta época caracterizada por cambios vertiginosos y constantes desafíos, ha quedado evidenciada una vez más la positiva respuesta que son capaces de dar los consumidores si se organizan solidariamente en defensa de su economía familiar, de su identidad local y de su calidad de vida.
Fue así como pese a la fuerza arrolladora de ese verdadero huracán de la globalización, que en nuestro país arrasó con el Estado nacional y con muchas de las organizaciones económicas y sociales, la Cooperativa Obrera –cimentada en la confianza que merced a su trayectoría supo ganarse en la población– decidió enfrentarlo redoblando esfuerzos y dispuesta a no arriar sus banderas.
Por el contrario, hizo flamear bien alto la enseña celeste y blanca junto a aquella otra que lleva los colores del arco iris, de modo tal que los valores y los principios cooperativistas quedaran no sólo a salvo, sino que sirvieran de sólidas bases para continuar construyendo sobre ellas un modelo de desarrollo con raigambre nacional, a pesar de la crisis, la carencia de medios y la incertidumbre que plantean reglas de juego desiguales y hasta tramposas.
A la entidad no le ha resultado ni le resulta fácil avanzar en la tormenta, crear trabajo en medio de la desocupación, respetar la ley, ceñir la conducta empresaria a la lealtad comercial que tanto se vulnera y hacer de la salud y la cultura una preocupación genuina y una inversión constante, demostrando que "somos hechos, no palabras".
Y al aprestarse a conmemorar el próximo 31 de octubre sus primeros ochenta y tres saludables años, la Cooperativa Obrera –empresa social de los propios consumidores– se encamina a paso firme en el cumplimiento de su misión, con la misma conducta que nos dejaron como mejor herencia sus fundadores y con la certeza de que el futuro pertenece a los jóvenes de espíritu, en cuyas filas milita desde siempre.
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